Compañero, perdón.

Atlantis está colgadito. Capa negra, mayón azul. La máscara adornada con los dos peces azules en fondo blanco me mira desde el corcho de la oficina. Llegó traído por un amigote bien mayamote, y luego yo lo traje a la oficina para darle vida, como el único objeto personal que tengo aquí.

Pero Atlantis fue ultrajado. Un vía volví de patrullar las calles (ah, perro!) para darme cuenta que mi jefa, al no poder cerrar la tapa del tocador de discos compactos, utilizó a Atlantis Plastificado para hacerlo. Pobre Atlantis. Pobre dignidad.

Lo rescaté, y lo puse en una especie de pedestal, sobre un medio muro. Luego de sufrir las burlas de los que no entienden a los diferentes, el solito se mudó. Ahora está colgado: un gancho porta-corbatas está clavado en el corcho de noticias. A él se aferra Atlantis con una sola mano, mientras que con la otra mantiene su aguerrida y valerosa postura. Decidí respetar su decisíon, y dejarlo ahí, hasta que se cumpla el tiempo. Y he aquí otra espera.