26 julio 2008

Salpicón histórico.

Ayer ayudé a un policía ministerial que se quedó atasacado cerca de mi casa. Me sentí una buena persona. Pero luego cometí otros errores, en otro tiempo y otro lugar, y con otra gente, y otra vez me sentí mala persona.

Ahora, una historia de lluvias. El otro día, andaba yo muy mono con la ventana abierta en la venécica chihuahua. Sí, muy mono andaba yo, muy mono y muy confiado. Así pretendía obtener mejores tomas de las lluvias. Ja. Pobre iluso. La Providencia tenía otros planes.

Sucedió que ví uno de esas lagunas, y ví también por mi retrovisor que se aproximaba un auto por mi izquierda. Y ví en cámara lenta como intentaba subir el vidrio... la cámara por aquí... carajo, toma el volante... la palanca de velocidad... sube manivela... palanca... vidrio... Ahh! -ploshshshhshhshshshsshhh...

A continuación explicaré la prolongación del fonema "sh". Resutó que no fui suficientemente rápido. Y no sólo me salpico el auto, sino que seguimos avanzando durante gran parte de la laguna, puerta a puerta. Así el salpicón seguía entrando en un chorro contínuo a mi cabina de piloto. Y como me sorpendió la sensasión (el agua ya sabía que venía, pero no recordaba la sensación), pues se me salió un grito. Y así fue que mucha de ese chorro continuo, que ahora calculo duró unos cinco segundos completos, entró a mi boca.

Sabía feo.

Me reí solito y de mí mismo.
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