20 marzo 2007

La Fuente fue testigo.

Pos que crees, querido lector, que he contraído a las nupcias ante la ley del hombre. No hablare de la importancia de este evento en mi vida, como tampoco haré una crónica del evento. Solo diré que soy un hombre de acero contra los nervios.

Lo que si me parece como algo adecuado para este espacio, es la cuestión de la fuente: una pequeña fuente que el juez tenia junto a su computadora… La Fuente de la Suerte, dijo a mi ahora mujer. Para suavizar los nervios que ambos negamos tener, la prendió.

Dulce fuente, con las dimensiones de un caballo de mar o de ocho dedos horizontales, tenia luces en blanco y azul, y un mecanismo para hacer circular el agua. Nadie la noto, y sin embargo estuvo presente toda la ceremonia.

Irreal fuente, a pesar de que marco el momento, no le volví a dirigir la mirada ni al final de la ceremonia. Mira que mirar la fuente.

Chida fuente, se conectaba como cualquier aparato electrónico a la pared. Y era negra. Era negra.

Soy muy feliz, y eso no tiene que ver con la fuente, sino con la esposa.

06 marzo 2007

El mismo día.

Era un viejo jardinero, con su carretilla de instrumentos y su camisa y piel curtidas de sol. Pero no era su edad lo que llamaba la atención, sino su musculatura. O la combinación de ambas; un viejo todo pochudo, ahí sentado en la Plaza Hidalgo. No… un momento… No era jardinero. Era bolero. Y no era carretilla; era cajón de bolero. Perdón por el lapsus. De ahí su nombre; el Bolero Mamey. El Bolero Mamey vio divertido la cara de sorpresa que teníamos, de ver un viejo tan viejo y tan pochudo; no con músculos de vida, sino con músculos marcados de gimnasio, a pesar de las arrugas duras de la cara. Levantó el brazo para endurecer el conejo al mismo tiempo que se alzaba la manga corta de la camisa. Mientras flexionaba el bíceps, se lo besó, y volvió a vernos con una sonrisa y una mirada de “quihubo”.

Pero lo más raro fue que los vimos el mismo día. Minutos más tarde estábamos en el parque junto al auditorio municipal, ese cercano al Bachi 1. En la parada de carros de sitio, un taxista esperaba a que hubiera llamada. Pero mientras tanto, se entretenía con unos chacos. Así, parado en lo que me pareció era la posición correcta de algún arte marcial, manejaba sus chacos con gran maestría. Chacos.

Les prometo que fue real. Y alguien me dijo que sería un buen post.
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