No lo leas. Es muy estúpido.
Sépanlo. Este post tiene el objetivo de mantener vivo el blog. Así que no esperen que sea interesante.
De hecho, aprovecharé esta disculpa previa para hablar de un tema que a pocos les parece relevante; sin embargo, ocupa gran parte de mis pensamientos en algunos momentos determinados. Estoy hablando del juguillo de la naranja.
Cuando pelas una naran... no, espera. No sé si a tí (y he aquí una falta de concordancia, pues en dos párrafos he pasado de dirigirme a "ustedes" para dirigirme a "tí") te pasa lo mismo. Reiniciemos.
Cuando YO pelo una naranja, siempre tomo nota muy conciensudamente de dos fenómenos particulares, ambos relacionados al juguillo de la naranja. Y me maravilla el hecho de que el juguillo de la naranja me regale estos dos acontecimientos de vida, dignos de ser recordados en este post.
Ya sé, esto va de hueva. Pero aguanta, que ya voy al punto. El punto es que cuando pelo la naranja, y si mi mano tiene un mínimo de mugre acumlada del día, entonces el juguillo que sale de la cáscara se resbala entre mis dedos, y se lleva un poco de la mugre, y se forman unos caminitos... o si no hay mugre, pues igual corre entre los dedos. Y esas gotas y esos caminos para mí son preciosos. La verdad, me gusta más la versión con mugre, corriendo en caminos así como limpio=marranos. Júzgenme los amantes de la higiene.
El otro fenómeno que llama mi atención se presenta, o es notado, ya una vez terminada la naranja. Y es que, aunque utilice una servilleta para limpiarme estos caminos de mugre y jugo de naranja ya descritos, la piel se me queda como marcada por los ácidos. Se quedan como con unos cuadritos de tonos blanquecinos.
Fantástico, ¿no?
De hecho, aprovecharé esta disculpa previa para hablar de un tema que a pocos les parece relevante; sin embargo, ocupa gran parte de mis pensamientos en algunos momentos determinados. Estoy hablando del juguillo de la naranja.
Cuando pelas una naran... no, espera. No sé si a tí (y he aquí una falta de concordancia, pues en dos párrafos he pasado de dirigirme a "ustedes" para dirigirme a "tí") te pasa lo mismo. Reiniciemos.
Cuando YO pelo una naranja, siempre tomo nota muy conciensudamente de dos fenómenos particulares, ambos relacionados al juguillo de la naranja. Y me maravilla el hecho de que el juguillo de la naranja me regale estos dos acontecimientos de vida, dignos de ser recordados en este post.
Ya sé, esto va de hueva. Pero aguanta, que ya voy al punto. El punto es que cuando pelo la naranja, y si mi mano tiene un mínimo de mugre acumlada del día, entonces el juguillo que sale de la cáscara se resbala entre mis dedos, y se lleva un poco de la mugre, y se forman unos caminitos... o si no hay mugre, pues igual corre entre los dedos. Y esas gotas y esos caminos para mí son preciosos. La verdad, me gusta más la versión con mugre, corriendo en caminos así como limpio=marranos. Júzgenme los amantes de la higiene.
El otro fenómeno que llama mi atención se presenta, o es notado, ya una vez terminada la naranja. Y es que, aunque utilice una servilleta para limpiarme estos caminos de mugre y jugo de naranja ya descritos, la piel se me queda como marcada por los ácidos. Se quedan como con unos cuadritos de tonos blanquecinos.
Fantástico, ¿no?